jueves, agosto 16, 2007

380 metros


No sabía si eso era su casa o el infierno.
Todo teníia un aire teatral. Como un escenógrafo planifica una secuencia, alguien había dejado caer una ciudad encima de la jungla.

A pocos metros de las nubes los turistas sacaban fotos a un montón de ladrillo que parecía auto masticarse. Pasaban las manos entre los hierros de las alambradas y enfocaban hacia abajo. La sueca rubia se quejaba a su novio del dolor de pies. El italiano alto no sabía que sus amigos lo odiaban. Al judío se le enredaban las trenzas con los prismáticos. La china demasiado maquillada se equivocaba al hacer las fotos y cuando intentó anular el flash con una sola mano, al otro lado de la valla, le resbaló la cámara. No se había puesto la pulsera aseguradora. En el video que gravaba el hispano oscuro salía en primer plano como el pulgar de la chica buscaba el flash, como le perdía el agarre y como la cámara volaba hacia abajo. Y el grito que hizo. Y como se quedó pálida.



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