viernes, agosto 24, 2007

let's go!

En Grimaldi's, una pizzeria prácticamente debajo del puente de Brooklyn donde se escuchaba a Frank Sinatra y se podía observar cómo varios hispanos preparaban la comida mientras hacías cola para el restroom, Marla Burn había quedado con su amiga Julie Richie.
Apareció Julie caminando calle arriba a un paso de sus dos amigos, de caminar lento y enfundados en varias capas, a contraluz de la farola y pisando nieve mojada y gris.
Cuando, por la tarde, Marla había llamado a Julie esta le dijo que iría a la cena con dos chicos extranjeros a los que quería presentar.
Jake se puso ese nombre al llegar a Estados Unidos. Era costumbre. Se sentó al lado de su amigo y de cara a las dos rubias. Al sentarse a la silla protegida con un cojín rojo dejó su bolsa en el suelo y los guantes encima. Aunque se lo pidió expresamente al barbero, su tipo de pelo, grueso y duro, era imposible de peinar ni cortar a la americana. Si ya de por si su nariz estaba demasiado cerca de las cejas, el bulto de la frente, el labio descolgado y brillante, y su no-barbilla le hacían una persona extraña.
Su amigo, que se hizo llamar Chris, se cortó el pelo muy corto, su piel era lisa y tersa, sus ojos muy oscuros, sus cejas pequeñas y alineadas y el mentón anguloso. pero no tenia muelas y tardaba mucho a masticar la pizza solo con los dientes de delante, La desviación de la columna, los temblores, sus dedos que parecían larguísimos y sus muñecas, débiles, eran mala combinación para cortar las porciones de basilisco y tomate seco con esos cubiertos tan pesados.
Marla le llevaba 4 trozos de pizza a Chris cuando decidió parar de comer. Escuchaba a los turistas de la mesa de su izquierda y solo entendía alguna palabra que decían. Al rato miró al camarero diciéndole con un jirón de ojos que ya se podía llevar los platos. 10 silenciosos minutos después le dio una caja con lo que había sobrado de pizza (era costumbre) y encima una nota con lo consumido y su precio. Jake y Chris empezaron a buscar sus carteras pero Marla alargó unos billetes y la nota al chico. Se giró sonriendo y dijo: "let's go!".

jueves, agosto 16, 2007

380 metros


No sabía si eso era su casa o el infierno.
Todo teníia un aire teatral. Como un escenógrafo planifica una secuencia, alguien había dejado caer una ciudad encima de la jungla.

A pocos metros de las nubes los turistas sacaban fotos a un montón de ladrillo que parecía auto masticarse. Pasaban las manos entre los hierros de las alambradas y enfocaban hacia abajo. La sueca rubia se quejaba a su novio del dolor de pies. El italiano alto no sabía que sus amigos lo odiaban. Al judío se le enredaban las trenzas con los prismáticos. La china demasiado maquillada se equivocaba al hacer las fotos y cuando intentó anular el flash con una sola mano, al otro lado de la valla, le resbaló la cámara. No se había puesto la pulsera aseguradora. En el video que gravaba el hispano oscuro salía en primer plano como el pulgar de la chica buscaba el flash, como le perdía el agarre y como la cámara volaba hacia abajo. Y el grito que hizo. Y como se quedó pálida.