lunes, septiembre 25, 2006

supervivo ultramuerto


De supervivo a ultramuerto en décimas de segundo. Lo leyó de su profesor al mediodía y le pareció una frase genial.

Y por la noche vio tal explosión de amor entre sus amigos y sus parejas que cuando se dio cuenta tenía las manos bajo el estómago, con lo dedos anudados, sudados, clavándose las uñas en las palmas. Cuando podía le aplaudía el pelo a la chica de delante, a la que rozaba el culo con el paquete sin remedio y en cuya melena rizada no le hubiese sorprendido encontrar a Hans con su familia.

Pensó en sus dedos rechinando y los recordó en la misma situación un par de semanas atrás tumbado sobre la camilla de un dentista que se cría que las articulaciones de las mandíbulas son elásticas.

Ese mismo día, el del dentista, soñó durante una siesta ante los ñues del Serengueti que el dentista hacia tanta fuerza con el minitaladro contra su muela que se le escapaba y le abría la encía. Despertó asustado oliendo metal de sangre.
De eso no hace tanto, pero ahora estará en su casa pensando como hacían aquellos: "os quiero a todos igual, y a algunos más".

viernes, septiembre 01, 2006

amable


En una terraza de un bar en el centro, lleno de gente con perros bulldog, hablando argentino o inglés.
El pintor estaba en la librería de delante del bar y desde dentro, por el cristal, me dijo que me esperara, que ya salía.

No había ninguna mesa bacía, y con su característica amabilidad despistada les pidió a un chico y una chica si podíamos compatir mesa. La chica al principio hizo una expresion extraña, creía que le queríamos vender algo o que eramos malos, pero tras un par de bromas y decirle a la camarera que lo pagaban todo ellos, se rió un poco, se tranquilizó y se concentró en el chico.

Tuve que rebuscar en mi cerebro para poder contarle cosas interesantes que él rebatía superándome.

Al rato, cuando quedaba un tercio de voll-damm (no quedaba otra marca), llegó la novia, argentina,
alta y delgada, melena larga y lisa, con su bicicleta, con su pintalabios y su colorete rojos carmín a juego con un collar de coral y algún que otro detalle en sus uñas de los pies, cordones de los zapatos o copa de vino tinto.

Él es hábil. Con la excusa de ir al baño, pidió la cuenta, la pagó y vino a la mesa a decir que ya tenían que irse.

Pues sí, nos tenemos que ir.