miércoles, agosto 17, 2005

Molly fumaba

Molly llegó al colegio de las vacaciones de invierno con una sorpresa.

Estando esquiando con unos primos algo mayores, le habían dado a probar un cigarrillo.
Molly, que con sus primos siempre hacía cosas de mayores, como ir a sitios a cenar o incluso a tomar copas, contó a sus amigas como tras bajar una pista, un amigo de su primo le hizo señas desde los árboles para que se acercara. Allí estaban todos apoyados en los palos de esquí y sosteniendo entre los labios cigarrillos. Al principio confundió el vaho del frío con el humo que aspiraban, pero cuando su primo mayor sonrió y le acercó un cigarrillo humeante se apresuró a colocárselo entre los dedos como había visto hacer a una actriz americana y a apretar los labios alrededor del filtro amarillo, aspirando. Como quien toma aire después de un susto tragó la bocanada de humo. Sintió los pulmones y un picor fuerte en la garganta. Hizo un tosido, como a quien se le queda cáscara de pipa en la garganta, y cerró un poco los ojos aguantando el picor. Una lagrimilla se asomó hasta el pómulo dolorido de frío. Sopló el humo de un tirón, levantando un poco la cabeza.
Sus primos la miraron, esperando a que tosiera estrepitosamente y se mareara, pero Molly apuró el cigarrillo, lo apagó en la nieve del suelo y se fue a esquiar otra vez.

Desde ese momento Molly fumaba. Con pasión encendía cigarrillos y los fumaba saboreándolos hasta la última calada.
En sus primeros años de adolescencia probó a fumar otras cosas, como orégano, hierba seca u hojas de eucaliptos. Más tarde probó los puros y las pipas, le gustaban las pipas porque podía cargarlas con cualquier tipo de tabaco. En el estanco donde iba le daban cada semana un tabaco diferente para que los probara.
Cuándo le faltaban pocos años para la universidad probó mezclar el tabaco con algunas drogas, como marihuana o cocaína, pero no le gustó nada. Sentía desaprovechar el tabaco, mezclándolo con esas cosas.

En noviembre del año que cumplía 23, le tuvieron que operar de apendicitis, y qué susto el del doctor, cuando, del cortecito que le hizo para empezar la intervención, salió un espeso hilo de humo blanco.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Me acabo de hacer adicta a tu blog ·_· No entiendo porque soy tan perezosa para los blogs, pero al tuyo ya me he enganchado, como una voz fea se engancha a un oido. Pues así.

yosoydetente.

wildwildreally dijo...

podría ser una novela que comenzase con el final, no te parece?? Me suena a un libro que leí hace mucho tiempo (tanto que ni recuerdo quién lo escribió ni el título exacto) pero que hablaba de una maldición... y la trama tenía que ver todo el rato con el tabaco...

rAnita nOe dijo...

me ha gustado mucho este post! te acabo de descubrir.. te seguire leyendo.

besitos

Anónimo dijo...

m'encanta

Anónimo dijo...

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